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Estamos tan ocupados definiéndonos con cualidades positivas proveniente del mundo del rendimiento y la productividad que no nos damos cuenta de cuán activamente tendemos a descuidar todos los aspectos de serenidad y entusiasmo que podemos experimentar a diario. Intentemos juntos contrarrestar los efectos negativos del estrés, los pensamientos, las preocupaciones y cavilaciones recurrentes e intrusivos que habitan en nuestras mentes y corazones. Para ello, primero debemos preguntarnos qué tipo de relación tenemos con la felicidad, con la posibilidad de afrontar nuestros miedos, de mirar los temas ansiosos de nuestra vida. ¿Barremos todo debajo de la alfombra? ¿Minimizamos los problemas y devaluamos sus efectos en nuestro comportamiento? ¿Nos juzgamos por no poder ir más allá?
Puntos de reflexión
A partir de la investigación y la literatura psicológica, sabemos que los humanos tienen una cierta cantidad de energía para lidiar con la carga emocional de las situaciones estresantes que enfrentan, pero también somos conscientes del alto riesgo de sobrecarga e inclinación cuando los recursos son escasos.
Ser feliz es un proceso que comienza con el deseo de afrontar las dificultades y termina con la libertad de describirlas con palabras que las desinflen, pasando por una nueva mirada sobre uno mismo.
Para ello, propongo algunos puntos de reflexión para compartir con las personas que viven en vuestros espacios y vuestras mentes o para explorar de forma autónoma cuando estéis preparados para dedicaros tiempo a vosotros mismos.
- Pensar en la felicidad no significa evitar responsabilidades
Estamos tan acostumbrados a pensar en nosotros mismos con prisas, abrumados, al límite de nuestras energías, que la idea de ser felices nos hace sentir culpables, perezosos y desorientados hacia la producción de valores. La psicología y la investigación nos lo dicen claramente, dedicarnos a lo que nos hace felices mejora la concentración, la autopercepción y el bienestar psicofísico general. - Los pensamientos recurrentes no deben descartarse, indican el camino. Todos llevamos pensamientos intrusivos
Se cuelan en nuestros días, consumen energía, nos traen estrés y confusión. Evitarlos o intentar reprimirlos tiene el mismo efecto que borrar el camino del mapa y encontrar atajos por nuestra cuenta. Hay que mirarlos, ponerlos bajo la luz lupa para el tiempo necesario para entender cómo gestionarlos: cuanto antes, mejor, luego será demasiado tarde. - No es cierto que si no lo haces tú, nadie más lo hará.
El contexto familiar, cultural y social en el que estamos inmersos requiere superhéroes, pero de forma silenciosa. Hemos aprendido a estar para los demás haciendo, sintiéndonos únicos, indispensables, pero también muy solos. Dejar al otro, aunque sea pequeño e inexperto, la posibilidad de hacerse cargo de sus compromisos y responsabilidades nos ayuda a reducir las penurias y la omnipotencia. - ¿Cuánto miedo tienes de tus emociones negativas?
Ser feliz nunca es cuestión de ingenuidad o de ligereza infantil. Detenerse a reflexionar sobre cómo encontrar la alegría de vivir y el entusiasmo implica partir de por qué los perdimos. Significa aceptar la tristeza y, a menudo, la ira que colorean nuestros días. Y esto ciertamente es más aterrador que el hábito del estrés al que nos sometemos continuamente. - El estrés, las preocupaciones, la sobrecarga se encuentran en la imagen que tienes de ti mismo.
La realidad es una cuestión de miradas, de puntos de vista desde los que observamos a las personas y sus relaciones. La narración de nosotros mismos, al borde de la energía, dispuestos a explotar en cualquier momento, es sólo una de las posibles descripciones que nos ocupan. Entender por qué es predominante puede ser el inicio de un camino de conocimiento en el que nos sintamos eficaces. - Hacer cosas por los demás no garantiza su amor
Nos repetimos constantemente lo agotador que es ayudar a todos, lo poco reconocidos que somos, cómo, incluso en el trabajo, cada gesto se da por sentado. ¿Y si empezáramos a preguntarnos qué esperamos realmente de ese reconocimiento? ¿Cuánto tiene que ver la frustración de no ser visto con el deseo innato de ser amado? Aquí no es reemplazando a los demás como haremos que nos amen y seremos felices. - La felicidad no es algo que te mereces, es algo que se vive
La vida no es una carrera de obstáculos ni un nivel de videojuego en el que ganas un premio. Es un camino absolutamente personal, en el que no tenemos por qué merecer una alegría, un momento feliz, ni pensar en estar satisfechos. Ser feliz es parte de la naturaleza humana, es una condición para la supervivencia y para la calidad de nuestro futuro y de nuestras relaciones con las personas que amamos. No es un accesorio, sino una necesidad de la que debemos ser responsables en primera persona.
Construir nuevos significados a partir de estas reflexiones es el primer objetivo real a alcanzar en una perspectiva de felicidad y alegría que no sólo se puede descubrir, sino incluso redescubrir.
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Artículo escrito para Whirlpool por la Dra. Valeria Locati Psicóloga y psicoterapeuta